OTROS DATOS INTERESANTES A TENER EN CUENTA
Sanedrín: Era el órgano de máxima autoridad, con delegaciones de 23 jueces en cada ciudad judía. El más importante, por supuesto, era el Gran Sanedrín, ubicado en la sagrada Jerusalén. Dictaba justicia religiosa y civil, aunque estaba privado de condenar a muerte sin la autorización del gobernador romano. En tiempos de Jesús, el territorio judío era una auténtica teocracia.
Escribas: Son los que interpretan la ley. La aristocracia intelectual judía (fariseos). Existen dos grupos: uno “oficial” y más poderoso, con participación en el Gran Sanedrín y derecho exclusivo en la ley oral. Y un segundo grupo de escribas, más numeroso pero menos relevante, cuyos servicios ofrece al pueblo a cambio de óbolos y limosnas. Como dice el evangelista Marcos (12,40) “que se comen los bienes de las ciudad con pretexto de largos rezos”
Gobernantes judíos: Herodes el grande será rey vasallo de Roma hasta el 4 A.C., le sucederán, ya sin el título real, sus hijos Filipo (Iturea), Antipas (Galilea y Perea) y Arquelao (Judea, Samaria e Idumea). Este último será depuesto en el año 6 por Roma y sus tierras pasaran a ser parte de la provincia romana de Siria, gobernadas por un procurador romano desde Cesarea. Pilatos ejercerá este cargo desde el 26 hasta el 35.
Libros sagrados judíos: Por excelencia, el texto grado judío es la Torah (Pentateuco), formado por Génesis, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio. El convencimiento de que estos libros fueran escritos por el propio Moisés hace que también fueran conocidos como “ley mosaica”. Pero también había otros textos considerados sagrados. Eran los libros de los profetas y los libros de los escritos. Formaban un total de 24 textos más, conocidos como la Tanaj.
Mesías: Era un término que “se puso de moda” (si se me permite esta licencia literaria) en el cautiverio de Babilonia. Incluso algunos vieron en el libertador Ciro a ese Mesías. Hay muchas profecías mesiánicas en la Torah y, a razón de la dominación romana, volvieron a emerger con fuerza, esperando a ese ungido de Dios, a ese liberador imbuido de el espíritu de Dios, que les liberase del yugo romano y devolviese la paz y hegemonía a Israel.
La tradición oral: Es la interpretación de la ley escrita, hecha por rabinos. Una especie de exégesis judía de la Torah. Básicamente son preguntas y respuestas, producto de las discusiones rabínicas sobre las leyes judías, recogidas en un libro llamado Talmud. Bueno, más que de uno deberíamos hablar de dos. El Talmud babilónico, redactado en Babilonia, y el de Jerusalén, redactado en la ciudad sagrada judía.
Sinagoga: Se cree que iniciaron su andadura durante el cautiverio en Babilonia, siendo lugares habilitados para la reunión de judíos a fin del estudio de las escrituras y la religión. No necesitaban de grandes alardes, pudiendo ser casas comunes, aunque también había sinagogas enormes y ornamentadas. En tiempos de Jesús habría varios cientos de ellas en Jerusalén. Cada una estaba administrada por un notable (o de tres, en caso de mucha afluencia) y se reservaba la voz cantante a un rabino o a un fiel cultivado.
Sanedrín: Era el órgano de máxima autoridad, con delegaciones de 23 jueces en cada ciudad judía. El más importante, por supuesto, era el Gran Sanedrín, ubicado en la sagrada Jerusalén. Dictaba justicia religiosa y civil, aunque estaba privado de condenar a muerte sin la autorización del gobernador romano. En tiempos de Jesús, el territorio judío era una auténtica teocracia.
Escribas: Son los que interpretan la ley. La aristocracia intelectual judía (fariseos). Existen dos grupos: uno “oficial” y más poderoso, con participación en el Gran Sanedrín y derecho exclusivo en la ley oral. Y un segundo grupo de escribas, más numeroso pero menos relevante, cuyos servicios ofrece al pueblo a cambio de óbolos y limosnas. Como dice el evangelista Marcos (12,40) “que se comen los bienes de las ciudad con pretexto de largos rezos”
Gobernantes judíos: Herodes el grande será rey vasallo de Roma hasta el 4 A.C., le sucederán, ya sin el título real, sus hijos Filipo (Iturea), Antipas (Galilea y Perea) y Arquelao (Judea, Samaria e Idumea). Este último será depuesto en el año 6 por Roma y sus tierras pasaran a ser parte de la provincia romana de Siria, gobernadas por un procurador romano desde Cesarea. Pilatos ejercerá este cargo desde el 26 hasta el 35.
Libros sagrados judíos: Por excelencia, el texto grado judío es la Torah (Pentateuco), formado por Génesis, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio. El convencimiento de que estos libros fueran escritos por el propio Moisés hace que también fueran conocidos como “ley mosaica”. Pero también había otros textos considerados sagrados. Eran los libros de los profetas y los libros de los escritos. Formaban un total de 24 textos más, conocidos como la Tanaj.
Mesías: Era un término que “se puso de moda” (si se me permite esta licencia literaria) en el cautiverio de Babilonia. Incluso algunos vieron en el libertador Ciro a ese Mesías. Hay muchas profecías mesiánicas en la Torah y, a razón de la dominación romana, volvieron a emerger con fuerza, esperando a ese ungido de Dios, a ese liberador imbuido de el espíritu de Dios, que les liberase del yugo romano y devolviese la paz y hegemonía a Israel.
La tradición oral: Es la interpretación de la ley escrita, hecha por rabinos. Una especie de exégesis judía de la Torah. Básicamente son preguntas y respuestas, producto de las discusiones rabínicas sobre las leyes judías, recogidas en un libro llamado Talmud. Bueno, más que de uno deberíamos hablar de dos. El Talmud babilónico, redactado en Babilonia, y el de Jerusalén, redactado en la ciudad sagrada judía.
Sinagoga: Se cree que iniciaron su andadura durante el cautiverio en Babilonia, siendo lugares habilitados para la reunión de judíos a fin del estudio de las escrituras y la religión. No necesitaban de grandes alardes, pudiendo ser casas comunes, aunque también había sinagogas enormes y ornamentadas. En tiempos de Jesús habría varios cientos de ellas en Jerusalén. Cada una estaba administrada por un notable (o de tres, en caso de mucha afluencia) y se reservaba la voz cantante a un rabino o a un fiel cultivado.